¡Feliz día a todos nuestros profesores y profesoras!

Septiembre es un mes dedicado a la educación. El pasado 11 celebramos el día del maestro y el próximo 21 celebraremos el día del estudiante en nuestro país, reconociendo luchas y militancias para hacer valer el derecho al acceso a la educación que desde 1948 es reconocido por Naciones Unidas en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Nos sumamos a las palabras que la dirección de la Licenciatura en Educación -modalidad virtual- hace llegar a los profesores y las profesoras en su día, citando a María Zambrano*:

“Podría medirse quizás la autenticidad de un maestro por ese instante de silencio que precede a su palabra, por ese tenerse presente, por esa presentación de su persona antes de comenzar a darla en activo y aún por el imperceptible temblor que le sacude. Sin ellos, el maestro no llega a serlo por grande que sea su ciencia. ….Y todo depende de lo que suceda en ese instante que abre la clase cada día. De que en ese enfrentarse de maestros y alumnos no se produzca la dimisión de ninguna de las partes. De que el maestro no dimita arrastrado por el vértigo que acomete cuando se está solo, en un plano más alto, del silencio del aula. Y de que no se defienda tampoco del vértigo abroquelándose en la autoridad establecida.

Se trata de la transmisión oral del conocimiento de un doble despertar, de una confluencia del saber y del no-saber –todavía. Y esto doblemente, pues que la pregunta del discípulo, esa que lleva grabada en su frente, se ha de manifestar y hacerse clara a él mismo. Pues que el alumno comienza a serlo cuando se le revela la pregunta dentro agazapada, a la pregunta que es, al ser formulada, el inicio del desertar de la madurez, la expresión misma de la libertad.

No tener maestro es no tener a quién preguntar y más hondamente todavía, no tener ante quién preguntarse.”  

*María Zambrano Alarcón (1904 – 1991) Ensayista y filósofa española. Discípula de José Ortega y Gasset, Xavier Zubiri y Manuel García Morente, fue una de las figuras capitales del pensamiento español del siglo XX. Su pensamiento, vinculado a las corrientes vitalistas del siglo XX, giró en torno a la búsqueda de principios morales y formas de conducta que fueran aplicables a los problemas cotidianos. Su preocupación mística, la forma de abordar los conflictos éticos, y el estudio de la interrelación entre realidad y verdad, reclamaban la necesidad de un profundo diálogo entre el ser y su entorno.