Paloma Cousté: “Es un lujo contar con tantas personas con la camiseta puesta”

La Secretaria General de la UNQ ofrece su perspectiva respecto de un 2020 singular e imagina el retorno de la “normalidad”: “Anhelo una Universidad repleta de alegría, de sonrisas, de brindis y de todo. Ya falta menos” * . 

Previo a su llegada, María Elisa Cousté tuvo otra vida. Sí, otra vida. Si creemos que las personas solo tienen una es porque observamos la realidad con los ojos un poco tapados. Viajaba muchísimo y recorría hoteles de todos los colores. Impartía cursos, capacitaba gente; visitó tantos países que un día –sin saberlo, claro, como suceden las cosas verdaderamente importantes– se transformó en una auténtica referente del rubro. Sin embargo, pese a su espíritu escurridizo, llegó a Bernal para hacer base porque creía que “la UNQ siempre fue un desafío muy lindo”. Desde 1992, Paloma –mejor conocida de ese modo– ancló en esta casa de estudios para aportar toda su experiencia. Pasó por todas las oficinas habidas y por haber y, tras un largo recorrido por la gestión, se transformó en Secretaria General. En esta entrevista describe por qué decidió anclar en la Universidad, cuáles fueron los desafíos de un 2020 tan particular y, hacia el final, juega a imaginar el retorno a la presencialidad. Porque la institución, después de todo y antes que nada, “son las personas que la componen”. 

Usted está en la Universidad desde el principio.
-Desde 1992. Ahí ves claramente por qué soy persona de riesgo.

¿Cómo llegó?
-La UNQ se abrió con carreras no tradicionales, dentro de las cuales se encontraba Administración Hotelera. En ese momento, de hecho, fue la primera del país. Junto a mi esposo habíamos estado bastante tiempo afuera y adquirimos experiencia en el área. Entonces fui convocada, me reuní con el rector de ese entonces y me pidió que, de alguna manera, me hiciera cargo. A los dos días me presentó al grupo de docentes y arranqué, casi sin darme cuenta. Es paradójico porque recuerdo con cierta nostalgia y muchísimo cariño el modo en que las clases se dictaban en galpones; hacía un frío increíble en invierno. Teníamos mamparas de durlock, los estudiantes se traían las estufas de sus casas, tomábamos mate y nos acurrucábamos como podíamos. 

Recién señaló que había adquirido mucha experiencia afuera, ¿dónde? ¿Se formó en hotelería?
-En realidad mi formación es como profesora de Historia, aunque ejercí muy poco. En cambio, hacia fines de los 70 y principios de los 80 trabajé bastante en perfeccionamiento docente en República Dominicana, uno de los sitios más entrañables. Esa fue una experiencia muy linda porque íbamos, junto a mi marido, a todos los pueblos que existían y dábamos cursos para los futuros profesores. Esos son los recuerdos cálidos que conservo para los días de invierno. Luego, cuando ese país inició una política de desarrollo turístico, la universidad para la que trabajaba nos encomendó que nos ocupáramos del tema. En ese momento nos fuimos metiendo en el rubro de empresas turísticas, y dentro de ello en hotelería y gastronomía. Brindamos capacitaciones para cientos y cientos de hoteles alrededor del mundo.

Qué gratificante. Sin embargo, en medio de tanto viaje, en la UNQ decidió anclar. ¿Por qué?
-La UNQ siempre fue un desafío muy lindo. Todo estaba por ser construido, tanto en términos edilicios como académicos. Al principio no sabía qué hacía, porque realmente estaba acostumbrada a ir de aquí para allá, pero algo me decía que realmente podía contribuir. Y así fue: estuve mucho tiempo como directora de la carrera, desde principios de los 90 hasta 2006. Luego diseñamos –junto a otros colegas– una maestría vinculada a turismo, pasé a la Secretaría de Extensión, luego fui directora del Departamento de Economía y Administración y, por último, llegué a la Secretaría General. Todo un recorrido. Desde la UNQ en pañales hasta la UNQ con pantalones largos pasé por muchas oficinas y conocí a personas muy valiosas.  

En todos estos años de gestión, sin embargo, nunca le había tocado una pandemia.
-No, por supuesto. Fue una situación inédita para todos. La Secretaría General tiene contenidos muy diversos y muy heterogéneos, con áreas vinculadas a lo administrativo, a lo técnico y a los servicios. Si veo en retrospectiva, pienso que hubo dos cuestiones básicas que desde marzo nos permitieron superar todos los obstáculos que implicó la pandemia. Por un lado, las condiciones previas de la UNQ; una institución que fue pionera en educación virtual y que ya contaba con una enorme cantidad de docentes con experiencia en el dictado de cursos y plataformas. Además, la Universidad venía trabajando desde algún tiempo con una mirada estratégica orientada hacia la digitalización. Esto ayudó muchísimo a migrar las clases presenciales a lo virtual y el trabajo se volvió remoto. Por otro lado, esta casa cuenta con gente que está muy comprometida con la educación pública y que tiene un sentido de pertenencia enorme.

¿Y ello por qué sucede?
-Tal vez por una cuestión de escala. O quizás, pienso, por el modo en que se producen las relaciones entre las personas. Está en el ADN, tenemos una historia relativamente corta de la cual la mayoría de la gente puede sentirse orgullosa de formar parte. Pudimos salir a flote gracias al compromiso de las personas que conforman la Universidad. Había que reacomodarse, afrontar cada trámite de una manera novedosa, resolver obstáculos que jamás se habían presentado. Me refiero a los expedientes a distancia, los dictámenes y todo lo vinculado a Legal y Técnica; a la continuidad de la institucionalidad con la misma o más participación que antes; a los Servicios Informáticos que fueron claves en la digitalización de los procesos; al área de Comunicación y Prensa que logró una visibilización impresionante de la Universidad; a Intendencia, Mantenimiento y Transporte, compañeros que asistieron de manera presencial. Por más que la gente no vaya, a la infraestructura hay que mantenerla, si no se viene todo abajo. Ni hablar del personal de Relaciones Institucionales e Internacionales. Es un lujo contar con tantas personas con la camiseta puesta. Todas las áreas estuvieron a la altura del desafío.

¿Qué enseñó la pandemia?
-Que muchos de los procesos que en la actualidad se realizan de manera remota podrán seguir de ese modo. Te decía que íbamos hacia la digitalización, bueno, la pandemia aceleró todo y profundizó los cambios. La comunidad ha advertido que muchas de las tareas se pueden realizar de manera digital y que todos salimos favorecidos. Los procesos se vuelven más transparentes, rápidos e implican un gasto menor de energía. Acciones que se realizaban en una decena de pasos y con muchos papeles, se resuelven en tres y con documentos digitales. Más cómodo, menos burocracia.

Optimizar procesos. ¿Qué aspecto de la presencialidad está ansiosa por recuperar?
-Extraño mucho caminar por el espacio universitario, encontrarme con la gente. Extraño el diálogo, la comunicación, aquello que se denomina “organización informal” que, finalmente, es la que le otorga sentido a la organización formal de la institución. Los vínculos, las historias comunes, las anécdotas, los ritos; todo eso nos constituye y nos llena el alma. Es lo que hoy nos falta y lo primero que vamos a recuperar. Es tan fuerte todo lo vivido que esos vínculos siguen allí.

Será más lindo el reencuentro con tantas ganas acumuladas.
-Imagino la cantidad de asados que habrá, con todas las parrillas llenas de gente. Anhelo una UNQ repleta de alegría, de sonrisas, de brindis y de todo. Se extraña tanto. Todo volverá. Ya falta menos.

* Publicado originalmente en el portal web de la Universidad Nacional de Quilmes.